sábado, 14 de abril de 2012

EXPEDICION FAWCETT : EN BUSCA DE LA CIUDAD PERDIDA

" la respuesta al enigma de  la antigua Suramérica... y quizás el del mundo prehistórico... será encontrada cuando se hayan localizado esas antiguas ciudades y queden abiertas a la investigación científica. PORQUE LAS CIUDADES EXISTEN...DE ESO ESTOY SEGURO!..."
     
                   (extracto de la última carta de Percy Harrisson Fawcett)



En el siglo XVI, hubo quien afirmó haber visto una gran ciudad en las profundidades de la Selva del Amazonas;   varios de los exploradores que se adentraron en ella  regresaron con una historia insólita, la de una ciudad perdida en la espesura, con grandes calles, puentes colgantes y murallas.
Dichas  historias fueron transmitiéndose durante décadas y al mezclarse con otras que nada tenían que ver con la Amazonia, dieron  lugar  a mitos como los de Paitití, Akakor o el Dorado, ciudades fabulosas tras las cuales partieron, sin éxito, decenas de expediciones.


Ya en el siglo XX uno de los últimos exploradores  tras  la leyenda de la ciudad perdida, fue el  coronel inglés Percy Harrisson Fawcett, ( 1867, ¿1925?)  un veterano del ejército británico  que, desde principios del siglo había liderado varias expediciones a la selva amazónica y los Andes por mandato de la Royal Geographical Society, y que, en 1925, se lanzó a la búsqueda de vestigios de esa  civilización perdida en la Amazonia central, esperando encontrar la ciudad que otros habían avistado.

Fawcett, de marcada orientación esotérica, había estudiado antiguas leyendas y archivos históricos, convenciéndose de que una ciudad perdida existió en algún sitio de la región de Mato Grosso, en Brasil, una ciudad, a la que puso el nombre de "Z"; él  creía que esta ciudad se encontraba en el Alto Xingú, cerca de los territorios ocupados por los indios kuikuro, y esperaba que su hallazgo demostraría que la organización social de estas tribus no era otra cosa que el último vestigio de una sociedad jerarquizada equivalente a la civilización andina de los incas,quizás incluso más antigua.

En relación a esto, su principal fuente escrita era un documento portugués del siglo XVIII, dejado por un grupo de cazadores de fortuna que anduvieron durante 10 años por regiones interiores de Brasil, descubriendo finalmente una antigua ciudad en ruinas (la ciudad perdida del Manuscrito 512).

Para Fawcett, aquella ciudad, o ciudad de Raposo, (por Francisco Raposo quien la describió) como la prefería llamar, era una de las varias ciudades perdidas del Brasil, remanentes de la  antigua  civilización de la Atlántida, cuyo pueblo había degenerado, pero aun conservaba vestigios de un pasado olvidado, en momias, pergaminos y láminas de metal cinceladas

Otro testimonio de la existencia de aquella civilización prehistórica lo representaba para Fawcett una estatuilla de basalto negro, de 25 cm de alto, cuyo origen no se pudo identificar claramente. Fawcett la llevaba consigo en su última expedición. Tras acudir a la ayuda de un psicometrista, según relata,  averiguó que la estatuilla era de origen atlante.

En 1921 Fawcett emprendió una expedición por la Bahía, guiándose tanto por el Manuscrito 512, como por el testimonio de otro viajante británico, coronel O´Sullivan Beare, ex cónsul en Río de Janeiro, quien afirmaba haber visitado una ciudad perdida parecida a la del Manuscrito 512, a pocos días de camino de la ciudad del Salvador. Luego  de recorrer la región del río Gongogi logró reunir nuevos testimonios de la existencia de ciudades perdidas.

 En 1925, junto con su hijo mayor Jack y el amigo de éste, Raleigh Rimell, Fawcett comenzó su expedición  hacia la amazonia inexplorada a fin de descubrir aquellas ciudades perdidas.
Antes de partir dejó instrucciones declarando que si él y sus compañeros no volvieran, ninguna expedición de rescate debería ser enviada.

La última señal de Fawcett es  del 29 de mayo de 1925, cuando telegrafió a su esposa que estaba listo para penetrar el territorio inexplorado acompañado únicamente de Jack y Raleigh Rimmell. Relató que estaban cruzando el Alto Xingú, un afluente de sudeste del Río Amazonas.
Desde entonces nada más se escuchó de ellos.

Muchos supusieron que los indios locales los habían matado, aunque ambos jóvenes, según informantes, ya estaban cojos y enfermos cuando fueron vistos por última vez, y  es probable que murieran de causas naturales en la selva brasileña.

Durante décadas siguientes varios grupos efectuaron expediciones de rescate sin resultados. Lo que lograron recopilar fueron solamente varios rumores que no podían ser verificados. Además de relatos diciendo que Fawcett había sido muerto por indios o animales salvajes, existía una historia de que Fawcett había perdido su memoria y pasó el resto de la vida como jefe de una tribu de caníbales.

En 1928 el comandante George Dyott, al mando de una de las tantas expediciones de rescate , indicó su convencimiento de que el coronel inglés y sus compañeros habían sido asesinados por los calapos, una tribu de la zona. Dos años después, el periodista Albert de Winton contactó con los propios calapos y corroboró la tesis de Dyott. Pero a Winton también le iba a engullir la jungla y jamás regresaría. Igual suerte correría el suizo Stefan Rattin, que había vuelto del Mato Grosso en 1932 y perjuraba que había hallado a Fawcett al norte del río Bamfin, aunque era prisionero de una tribu. Con el fin de liberar al coronel y probar sus afirmaciones organizó otra expedición a la selva pero nunca más se supo de él.

Fueron muchas y  diferentes las versiones que se fueron  dando en los años siucesivos acerca del posible final de Fawcett
 El explorador danés  Arne Falk-Rønne que viajó a Mato Grosso en los años 1960, en su  libro de 1991 escribió que logró saber que  el coronel y sus compañeros tuvieron un accidente en el río y perdieron la mayor parte de los regalos que habían traído para las tribus indígenas. y  la tribu Kalapalo que ellos encontraron se decidió por matarlos.  Falk-Rønne visitó la tribu Kalapalo y relató que uno de sus miembros había confirmado la historia de como y por qué Fawcett había sido muerto

Sin embargo en  marzo de 2004 el periódico británico The Observer relató que el director de televisión Misha Williams, que había estudiado los papeles privados de Fawcett, opinaba   que Fawcett no había tenido la intención de volver a Gran Bretaña, sino que mas bien había deseado fundar una comuna en la selva basada en principios teosóficos y la adoración de su hijo Jack.

En 2005 el reportero titular neoyorquino David Grann visitó la tribu Kalapálo y descubrió que ésta había transmitido una historia oral sobre Fawcett,  el relato  decía que Fawcett y su partida se habían quedado en su pueblo y luego se habían marchado en dirección hacia el este.
Los Kalapalos advirtieron a Fawcett y sus compañeros que no tomaran ese camino, pues serían muertos por "indios feroces" que ocupaban aquel territorio. Sin embargo, Fawcett insistió en ir. Los Kalapalos observaron el humo de la fogata de la expedición cada tarde durante cinco días antes de que desapareciera. Los Kalapalos dijeron que estaban seguros de que los indios feroces los habían matado.

La leyenda de la misteriosa desaparición de Fawcett continuó viva durante décadas y hasta en fecha tan reciente como 1996 se organizó la última expedición conocida en busca de las huellas del coronel. Pero René Delmotte y James Lynch, los organizadores, tampoco pudieron llegar muy lejos porque una tribu indígena les retuvo durante varios días amenazando con matarles. Al final pudieron salvar las vidas pero perdieron el equipo valorado en 30.000 dólares.

Así ,en medio de incertidumbres y rumores, algunos casi delirantes, la historia del  coronel Fawcett y su expedición en búsqueda de una  ciudad perdida, a la que él llamaba simplemente Z, y  creia encontraría  en el Alto Xingú, cerca de los territorios ocupados por los indios kuikuro, termina en misterio y un aparente fracaso  Jamás encontró la ciudad de Z y acabó desapareciendo en la selva, probablemente asesinado por alguna tribu agresiva.
No obstante, Fawcett se acercó bastante a su objetivo y quizás incluso llegó a ver cumplidas sus expectativas, ya que su desaparición ocurrió muy cerca de donde, desde principios del presente siglo, XXI el arqueólogo estadounidense Michael Heckenberger ha empezado a desenterrar lo que parecen los restos de toda una gran civilización; una civilización monumental que realmente pudo haber existido cerca de donde Fawcett la buscaba
En cierto modo y, aunque no se ha encontrado el oro que aparece en los mitos, algunos científicos han empezado a reconsiderar las leyendas del Dorado y a buscar en la Amazonia la sociedad perdida de la que descienden las tribus actuales.



En 2003, Heckenberger había excavado 20 asentamientos precolombinos en la zona del Alto Xingú, correspondientes a poblados ocupados entre los siglos IX y XVI y conectados entre sí por carreteras dispuestas de tal manera que seguían la dirección de los puntos cardinales, es decir, formando una cuadrícula en la que algunas "calles" discurrían de norte a sur y otras, perpendiculares a las primeras, de este a oeste. En algunos puntos, esas carreteras eran atravesadas por ríos, lo que hace pensar en la existencia de puentes colgantes ya desaparecidos.
Cada uno de esos enclaves precolombinos estaba organizado en base a una estructura de círculos concéntricos en la que el círculo central, más pequeño, corresponde a la plaza alrededor de la cual se situaban las viviendas, mientras que los círculos exteriores corresponden a fosos y empalizadas defensivas. Esta misma estructura, aunque simplificada, se ha mantenido hasta la actualidad en los asentamientos de la tribu kuikuro, entre los cuales Heckenberger ha vivido durante años.
Los descubrimientos de Heckenberger han resultado revolucionarios y han echado por tierra la teoría de que la Amazonia, con su extrema humedad y sus selvas, no era apta para las grandes urbes, ya que las ciudades excavadas hasta ahora podían albergar entre 1000 y 2500 habitantes y estaban rodeades por otros centros más pequeños, de unos 250 habitantes cada uno. La población total de la zona podría haber sido de uns 50.000 habitantes en una área de 20.000 km², una densidad demográfica mayor que la europea en el mismo periodo.Refiríendose a ellos Heckenberger dijo  :"Todos estos asentamientos fueron planificados de manera compleja, con un sentido de la ingenieria y matematicas que rivalizaba con cualquier cosa que estuviera ocurriendo en Europa en la misma epoca.."


Aún falta mucho para investigar, aún falta mucho para estudiar ,pero los descubrimientos de Michael Heckenberger avalan en cierto modo las búsquedas anteriores de Percy Harrisson Fawcett y nos vuelven a demostrar . como siempre, que detrás de toda leyenda existe siempre una realidad



Para informarse mas:
http://www.grupoelron.org/historia/fawcett.htm
http://www.dogmacero.org/percy-fawcett-su-misteriosa-desaparicion-en-el-amazonas-479/
http://es.wikipedia.org/wiki/Percy_Fawcett#Comuna_en_la_selva
http://evapesquerasole.suite101.net/el-dorado-o-la-civilizacion-perdida-de-la-amazonia-a67327#ixzz1s30IWYNT
The Lost City of Z (2009). 

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