La conciencia de la presencia de lo sagrado en el interior de cada hombre era una constante en todas las culturas de la América precolombina; así entre los Aztecas la partera, encargada de recibir al niño en su nacimiento, le decía lo siguiente :
"Hijo mío, muy amado y muy tierno (...) Has de saber y comprender que tu casa no está aquí. Esta casa en que has nacido no es más que un nido, un albergue al que has llegado, tu salida a este mundo donde brotas y floreces (...)
Tu casa es otra (...) Has sido formado por tu madre y tu padre, mujer y hombre celestes. Has llegado a este mundo de lejos, pobre y fatigado (...) Nuestro Señor Quetzalcoatl, que es el creador, puso en este polvo una piedra preciosa y una valiosa pluma"
Tu casa es otra (...) Has sido formado por tu madre y tu padre, mujer y hombre celestes. Has llegado a este mundo de lejos, pobre y fatigado (...) Nuestro Señor Quetzalcoatl, que es el creador, puso en este polvo una piedra preciosa y una valiosa pluma"
Cabe consignar que el alma humana se representaba simbólicamente entre estos pueblos mesoamericanos mediante el simil de la piedra preciosa y la pluma.
Quetzalcoatl, el ave/serpiente, expresión del orígen celeste de la humanidad, simboliza mediante sus plumas la cualidad del espíritu que permite al hombre-reptil elevarse desde la tierra hacia la conciencia de su dimensión como creador
En la imagen: parto huichol, Niérika del pueblo Wixárika (México)
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